Humberto Maturana nació en 1928 y comenzó su vida científica cuando era
estudiante en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.
Continuó sus estudios en Inglaterra y, años más tarde (1958), obtuvo un
doctorado en Biología en la Universidad de Harvard. Ha publicado
decenas de libros y su obra más difundida en la Argentina es ???El
árbol del conocimiento???, escrita en colaboración con Francisco
Varela, recientemente fallecido. ???El crecimiento continuo de la
población es, inevitablemente, generador de pobreza???, dice Maturana a
LA NACION, y destaca su convicción de que esa pobreza no puede ser
combatida con paliativos como el asistencialismo, sino con las dos
únicas armas efectivas para controlarla: la educación y el trabajo.
Maturana sigue investigando, no ya en la universidad, sino en el
Instituto de Formación Matríztica, que conduce junto con Ximena Dávila
Yánez. Allí recibió a LA NACION. Es una casona con verja y jardín, en
una calle tranquila de Santiago, en un barrio que podría compararse al
Flores cercano a la estación del tren, la suave voz discursiva de
Maturana discurrió en una meditación entre la biología y la filosofía.
-Los intelectuales no tienen una mirada esperanzada sobre el mundo de
nuestros días. ¿Cuál es su visión, como hombre de ciencia y
especialista en temas educativos, sociales y políticos? -Vivimos una
cultura centrada en el desarrollo tecnológico y en la búsqueda del
éxito individual y social en un ámbito de competencia, desconfianza y
control. Esta conducta genera dolor e incertidumbre. La ampliación de
nuestro entendimiento del vivir humano libera el alma, la inteligencia
y la creatividad de la incertidumbre cultural que padecemos. -¿Su
mirada tiene que ver con el concepto del fenómeno biológico y con el
fenómeno cultural? -Se trata de análisis sobre el dolor y el
sufrimiento que nuestra cultura genera. Nuestra tarea en el Instituto
de Formación Matríztica es enseñar las características del hombre,
entendiéndolo como un ser biológico y cultural, y conocer los
fundamentos biológicos que tienen que ver con la naturaleza de los
seres que somos. Preguntarnos cómo es que los seres humanos somos seres
amorosos, aunque cultivemos la agresión y muchas otras cosas negativas.
En todo ser humano se da siempre la posibilidad de ver a los otros como
seres vivos, se trate de seres humanos, de animales o de plantas, con
toda su legitimidad. -¿En el odio se produce la ilegitimidad del otro?
-Sí. Es la conducta de la negación del otro, que es lo odiado. Pero
este otro puede no enterarse y, por ende, no sufrir por ello. Sin
embargo, ese odio recae sobre mí como persona, ese odio altera mi
fisiología. -¿No se puede odiar impunemente? -No. -Para usted es muy
importante el poder de la palabra. Creo que es muy grave su
empobrecimiento. ¿Piensa lo mismo? -Es erróneo creer que mediante la
palabra sólo estamos mostrando o describiendo cosas. Los mundos que
vivimos se crean en el lenguaje. Y cuando decimos que los niños están
creciendo -ya sea por la TV o por las circunstancias familiares- con un
lenguaje reducido, es cierto que se les está reduciendo el mundo, lo
cual tendrá para ellos tristes consecuencias. -¿Cuál es su opinión
sobre la cuestión social y la pobreza? -La convivencia con una
población en crecimiento continuo es inevitablemente generadora de
pobreza. Porque la pobreza aparece cuando uno extrae del entorno con
más rapidez que la que el entorno utiliza para reponer lo extraído. Si
la población se duplicara y se duplicaran también las circunstancias
adecuadas para vivir, podría no haber pobreza, pero eso no pasa, porque
los ritmos de crecimiento son distintos. Además, podría ocurrir que se
equiparara el ritmo, pero que en lugar de una justa distribución
hubiera acumulación. Esto rompería la equiparación. La riqueza global
puede producirse, pero el tema es quiénes la acaparan. La pobreza,
básicamente, se genera porque parece que no queremos aceptar la
relación entre el crecimiento poblacional y lo que el medio produce,
más la relación entre lo que el medio produce y lo que se le quita.
También se mantiene, de algún modo, la pobreza por la solidaridad, por
el altruismo, por la beneficencia, que son meros paliativos, no
destierran la pobreza, y sólo tranquilizan la conciencia de los
donantes. Sólo la educación vence a la pobreza. Creo que el tema del
crecimiento de la población es el más importante. -Usted dijo en una de
sus obras que Jesucristo era un gran biólogo. ¿Cómo llegó a esa
conclusión? -Porque sus referencias eran ecológicas. Toda la prédica de
Jesús es una invitación a acabar con la angustia a través del desapego.
Como cuando dice que hay que ser como niños para entrar en el reino de
Dios y vivir en la inocencia del presente. -Parecería que para encarar
a fondo la problemática nacional, la regional e incluso la mundial
habría que partir del amor y de la educación. ¿Es así? -Sí. Uno tiene
que actuar en este cambio para vivirlo dentro de un sistema
democrático, y no a través de una tiranía. Pero la democracia debo
vivirla, no exigirla. Vivirla de tal modo en la forma de comportarme
que se pueda decir que ésa es una conducta democrática legítima. Y lo
interesante es que eso llega a la gente, lo acepta y le gusta, porque
se siente reflejada o, al menos, porque lo ve como modelo de lo que
quisiera hacer y cumplir. Pero esto hay que aprender a vivirlo desde
niño, porque el niño va a ir transformando sus propias vivencias a
través de los adultos que tenga a su lado, y no por lo que le digan,
sino por lo que vea que hacen. Se entiende la educación como una
transformación en la convivencia, que comienza desde que el niño llega
al mundo, y no a partir de la escuela. Si nosotros queremos que
nuestros hijos crezcan como personas éticas, tenemos que conducirnos
con ellos como personas éticas. -En noviembre de 1987 usted redactó un
texto muy importante, que firmaron varios premios nacionales de
Ciencias, donde decía que las acciones que constituyen una sociedad
democrática no son la lucha por el poder ni la búsqueda de una
hegemonía ideológica, sino la cooperación que crea una comunidad donde
los gobernantes acepten ser criticados y cambiados cuando sus conductas
se alejan del proyecto democrático con el que fueron elegidos. Y hacía
un llamado a todos los chilenos para incorporar la sensatez a la vida
nacional y recuperar la dignidad. ¿Por qué lo hizo? -Porque siempre
creí que había que hacer de la democracia un espacio político para la
cooperación en la creación de un mundo de convivencia en el que ni
pobreza, ni abuso, ni tiranía surgieran como modos legítimos de actuar,
en el saber de que no se es dueño de la verdad y de que el otro es tan
legítimo como uno. Tal obra exige la reflexión y la aceptación del otro
y la audacia de aceptar que las distintas ideologías políticas deben
operar como distintos modos de mirar los espacios de convivencia. Por
Albino Gómez Para LA NACION clic aquí
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/p804720
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