pensamiento

by eder.valdez@gmail.com

martes, 30 de agosto de 2011

EL MITO DE LA LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS


06 Agosto 2010
El debate es añejo, incluso en México. En reiteradas ocasiones ha formado parte de la agenda pública. Autoridades, legisladores, organizaciones de la sociedad civil, comunidades estudiantiles, medios de comunicación; todos en algún momento lo han postulado, o bien, han convenido en su análisis y discusión. Pero cuando el Presidente de la República lo sugiere, la situación adquiere otra perspectiva. Y cuando el Presidente de la República es panista ¡definitivamente adquiere otra dimensión!
Es preciso señalar que Felipe Calderón sugirió el debate, no la legalización: Al tiempo que aceptaba el debate como una parte medular de la estrategia para combatir al crimen organizado, definió su postura contraria a la misma.


Pero… ¿a que se refieren cuando hablan de legalización de las drogas?
En México, el consumo de estupefacientes no está penalizado. Como ocurre con el alcohol, si alguien consumealguna sustancia en vía pública podrá ser remitido ante un juez cívico, y se hará acreedor a alguna sanción. De la misma manera, como con el alcohol, si alguien conduce un vehículo o maneja maquinaria pesada bajo el influjo de algún estupefaciente, invariablemente será remitido ante las autoridades. Pero lo que se castiga no es el consumo en sí.
Si alguien, mayor de edad y en la comodidad de su hogar, decide fumar, inhalar, ingerir o inyectarse algún opiáceo, cannabinoide, alucinógeno, químico, fármaco, etc., puede hacerlo tranquilamente. Es más, en caso de abuso, puede estar seguro de que recibirá la atención médica necesaria sin tener que presentarse ante un ministerio público. Es decir, en México, el consumo de estupefacientes es un problema de salud, no de seguridad pública.
Ahora bien, lo que está prohibido es la producción, transporte, tráfico, comercialización o suministro de estupefacientes. No importa que uno sea un adicto, y tenga en casa el suministro necesario para tener garantizado su consumo, si uno está en posesión de determinada cantidad la autoridad puede presuponer narcotráfico.
Siendo así, creo que cuando se habla de legalización de las drogas la mayoría se refiere a permitir suproducción, transporte, tráfico, comercialización o suministro. Pero… ¿de todas las drogas? No. La mayoría parece coincidir en que solamente la mariguana y otros cannabionides; algunos agregan en su listado al peyote y hongos alucinógenos. Pero las drogas duras como la cocaína, los opiáceos o las anfetaminas muy pocos las defienden.
Detrás de la propuesta de legalización de la mariguana, y otras drogas blandas, se esgrimen diversas justificaciones, que bien podrían agruparse en dos tipos: Primero, las justificaciones liberales: aquellos que defienden su consumo como una cuestión de libertad personal, equiparándola a la cafeína, nicotina, alcohol u otros estupefacientes legales. Segundo, muy en boga estos días, como una efectiva medida para combatir al crimen organizado, asumiendo que ello representaría mermar considerablemente los ingresos de los narcotraficantes.
Francamente, el argumento de la seguridad pública que se enarbola me parece un mito. En primer lugar, la legalización de la mariguana mermaría los ingresos por concepto de la propia mariguana, pero no afectaría en lo más mínimo el mercado ilegal de los demás estupefacientes como la cocaína, las anfetaminas, etc., y creo que podemos anticipar que los narcotraficantes abandonarán la producción de cannabis para enfocarse en otros estupefacientes. En segundo lugar, mientras que nuestro vecino país del norte, el mayor consumidor de estupefacientes del mundo, no haga lo propio para legalizar las drogas en los mismos términos que México, el trasiego de estupefacientes a los Estados Unidos seguirá siendo una actividad que le reportará al crimen organizado grandes sumas de dinero.
Ahora bien, y aunado a lo anterior, en el hipotético caso de que todos los estupefacientes fuesen legalizados en México, esperando que así los narcotraficantes perderían su monopolio del mercado, y por ende su fuente de financiamiento, nos estaríamos olvidando de una verdad económica: el negocio del crimen organizado no son las drogas, sino el crimen en sí.
Es decir, el negocio del crimen organizado es todo aquello que es ilegal. En este momento la producción y venta de estupefacientes es ilegal, y por ello obtienen altos ingresos. Cuando prohibieron la venta de alcohol en los Estados Unidos, las bebidas alcohólicas se convirtieron en el negocio de la mafia. Si, por ejemplo, absurdamente prohibiéramos en este momento los alimentos azucarados porque provocan obesidad, el negocio del crimen organizado sería la producción, elaboración y venta de azúcar, con la importante plusvalía que la ilegalidad le agrega a cualquier producto.
La legalización de las drogas, algunas o todas ellas, no reduciría la violencia ni el poder del crimen organizado. Simplemente seríamos testigos de cómo los narcotraficantes modifican su nicho de negocios: si antes su principal actividad era la venta de estupefacientes, ahora se dedicarán por entero a la piratería, al secuestro, a la trata de personas, a la prostitución, al chantaje, al robo de combustibles, al tráfico de armas, etc.
Así, la legalización de las drogas no sería una solución en materia de seguridad pública, y en cambio, si podría ser un gigantesco problema de salud pública en el futuro.